Cómo funciona la radiación

La  radiación utiliza una clase especial de haz de alta energía para dañar las células cancerosas (otros tipos de haces de energía son la luz y los rayos X). Estos haces de alta energía, que son invisibles para el ojo humano, dañan el ADN de las células, es decir, el material que las células usan para dividirse.

Con el tiempo, la radiación daña las células que se encuentran en el camino del haz, tanto las sanas como las cancerosas. Sin embargo, la radiación afecta las células cancerosas más que las células sanas. Las células cancerosas están muy ocupadas creciendo y multiplicándose, dos actividades que el daño causado por la radiación puede desacelerar o detener. Además, como las células cancerosas son menos organizadas que las sanas, les resulta más difícil reparar el daño provocado por la radiación. Por lo tanto, las células cancerosas son destruidas con más facilidad por la radiación, mientras que las células sanas y normales tienen más capacidad para repararse y sobrevivir al tratamiento.

Existen dos formas para aplicar la radiación a los tejidos que se deben tratar:

  • Un equipo denominado acelerador lineal que emite radiación desde fuera del cuerpo.
  • Miniesferas, o semillas, de material que emiten haces de radiación desde el interior del cuerpo.

En algunos casos, el médico puede recomendar el uso de hipertermia en combinación con la terapia de radiación. La hipertermia (también llamada terapia térmica o termoterapia) utiliza una fuente de energía, como ultrasonido o microondas, para calentar las células cancerosas a altas temperaturas, hasta 113 grados Fahrenheit. Las primeras investigaciones demuestran que la hipertermia puede hacer que algunas células cancerosas sean más sensibles a la radiación. La hipertermia aún se está analizando en estudios clínicos y no se encuentra disponible en todos lados. La hipertermia y la radiación generalmente se aplican con una hora de diferencia.

La radiación que se utiliza en el tratamiento del cáncer es altamente dirigida, controlable y, por lo general, segura.

La radiación es una forma importante, y a menudo necesaria, de terapia contra el cáncer porque puede reducir el riesgo de recurrencia después de la cirugía. Aunque es muy posible que el cirujano haya extirpado la totalidad del tumor, no garantizar que se hayan eliminado todas las células cancerosas del cuerpo.

Las células cancerosas individuales son demasiado pequeñas para sentirlas o verlas durante la cirugía o para detectarlas mediante pruebas. Las células que quedan después de la cirugía pueden crecer y, en el futuro, formar un nuevo bulto o aparecer como una anomalía en pruebas que se realicen, por lo que con la radiación es mas fácil el evitar en nuevo crecimiento de las mismas.

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